Desde la llegada del cinematógrafo de los hermanos Lumière, no son pocos los que se atribuyen el gran invento: la primera cámara de cine. Ese aparato capaz de reproducir y fotografiar imágenes en movimiento, lo que no es más que la posibilidad de engañar o manipular a todo el que ve lo que se encuentra delante: una fantasmagoría, una ilusión óptica: la famosa persistencia retiniana. Uno de los primeros, sino el primero, era un tal Louis Aimé Augustin Le Prince. Ese nombre tan largo no es más que un misterio en la historia del cine. Un genio capaz de registrar imágenes a un ritmo de 12-16 cuadros por segundo. Misterios los hay, los hubo y los habrá. Le Prince no es la excepción. Gran parte de la sociedad se encuentra seducida por las teorías conspirativas y los secretos de estado. Así es como se explicarían las grandes sumas de dinero que mueve la industria. No estarían ayudando series como "Los expedientes secretos X" que alimentan estas fantasías. Pareciera que donde hay un ...